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Resumen del libro para todos los estudiantes de Bachillerato. Cedido por Miriam Rubio.
El Capitán Alatriste de Arturo Pérez Reverte.
I. La taberna del Turco.
No era el hombre más piadoso ni el más honesto pero era muy valiente “Diego Alatriste y Tenorio”. Soldado en la guerra de Flandes.
Vivía de su espada haciendo de matón en Madrid.
Lo de Capitán era más un apodo que un cargo, se lo pusieron porque fue el único junto con otro de volver de una batalla, y mi padre fue el otro español que regreso. Fueron muy amigos y al fallecer mi padre, la promesa que se hicieron, es que Alatriste cuidaría de mí, y así sucedió. Y me convertí en criado y paje de él.
La historia que nos cuenta el narrador comienza sobre el año 1622. El narrador se llama Iñigo, a continuación nos da una descripción de Alatriste, donde nos cuenta que tenía los ojos claros y un gran bigote, era muy delgado y bebía bastante. Estaba todo lleno de cicatrices y balazos en su cuerpo.
Estuvo varias veces en la cárcel, más bien entraba y salía constantemente. Una vez nada más salir, estuvo a punto de meterse en un duelo, por no dejar solo a un gran amigo, que no era otro que Francisco de Quevedo, que cuando bebía más de la cuenta solo pensaba en batirse en duelo con todo el mundo. Pero por suerte le sacó de este embrollo su compañero de guerra el Teniente Martín Saldaña, que venía a ofrecerle un trabajo (no muy limpio) por el que recibiría una buena recompensa. De este trabajo nada sabía Saldaña, solamente que sería una emboscada de noche y sencilla (aquí comenzaría toda la aventura de nuestro Capitán).
II. Los enmascarados.
Alatriste aceptó el trabajo y acudió bien preparado al lugar acordado.
Aparecieron dos enmascarados después de media hora de retraso y se dirigieron a Alatriste y a otro individuo que estaba en la misma sala esperando y que por cierto no hablaron en todo el tiempo, solo se observaban.
Los enmascarados le dijeron a los dos “no quiero muertos ni sangre”, “Al menos no mucha”.
Tenían que ocuparse de dos extranjeros jóvenes. El de más edad se llamaba Thomas (por lo menos eso dijeron) y no pasa de 30 años y el otro se llamaba John Smith y tenía unos 23 años. “Pasarán cansados después de mucho viaje por la Casa de las Siete Chimeneas”, está era la casa del Conde de Bristol, embajador de Inglaterra.
Todo debía ocurrir como si se tratase de un asalto. Querían que el más mayor que era rubio resultase herido. Tenían que llevarse todas las cartas y documentos que llevaran encima y entregárselos a alguien que les esperaría al lado del Carmen Descalzo. El Santo y Seña que utilizarían sería Monteros y suizos.
Alatriste dedujo que los dos enmascarados eran gente de alta condición. De repente apareció otra persona en la sala, vestía hábitos religiosos negro y blanco de los dominicos. Este tenía otros pensamientos y según el fraile los dos extranjeros debían morir.
El fraile les ofreció a los dos el doble de dinero por matarlos y Alatriste pensó que algo raro estaba pasando allí. Podía ver claramente que había peligro en esa misión.
El misterioso fraile no era otro que Emilio Bocanegra, presidente del Santo Tribunal de la Inquisición. Todos sabían que con tan solo hacer mención del Santo Oficio, si no les obedecías que esperaba la cárcel, torturas, hoguera, así que la iglesia es la que manda y ella decía que había que matar a los extranjeros y más valía obedecer.
III. Una pequeña dama.
La taberna del Turco, en la esquina de la calle Toledo y del Arcabuz es donde vivíamos nosotros, justo sobre ella (narrador). Lo que yo admiraba de Alatriste es que nunca alardeaba de sus batallas en la guerra.
Todos los tertulianos se solían meter en problemas. Francisco de Quevedo, que como ya hemos dicho era amigo de Alatriste, no corrían buenos tiempos, pues la prosa y la poesía estaban muy mal y el Dómine Pérez siempre tenía que intervenir ante la justicia para que no los detuviesen, el pobre actuaba lo mejor que podía como hombre de dios que era.
A Quevedo le daba mucha pena como estaba España, llena de corruptos intentando sobreponerse a la guerra sufrida en Flandes.
Entre medias nos cuentan un poquito de Iñigo.
Iñigo se enamoró de Angélica de Alquézar, tenía unos once años, rubia con tirabuzones y unos inquietantes ojos azules. Velázquez la pintó en 1635, pues era una menina. Asistía a la reina y a las princesas jóvenes en palacio como menina por recomendación de su tío aragonés Luis de Alquézar, uno de los secretarios más influyentes del rey.
IV. La Emboscada.
Primero diremos que el otro contratado para el trabajito era un italiano un poco singular.
Alatriste se encargaría del mayor de los extranjeros (que eran ingleses) y el italiano del joven. En la carrera de Alatriste figuraban 11 hombres muertos fuera de la guerra por dinero, con lo cual ya era veterano en el tema.
Llegó el momento, aparecieron los extranjeros y comenzó la lucha. Cuando el italiano iba a matar al joven, su compañero pidió por la vida de su amigo, no por la suya, esto a Alatriste le desconcertó mucho, pues no era normal que alguien pidiera salvar la vida de otro y no la suya.
Alatriste vio el dolor en los ojos de su contrincante y no pudo matarle, sabía que se iba a meter en problemas por no terminar el trabajo pero no podía matarlos.
V. Los dos ingleses.
Los dos ingleses preguntaron a Alatriste porque no los mató, y este no quiso contestar. Se veía que los ingleses eran de clase social alta y los ingleses dedujeron que Alatriste no era un asaltador si no que le habían contratado para matarles.
Los ingleses le pidieron ayuda para esconderse y Alatriste se dio cuenta en ese momento, que él también tenía que esconderse, así que pensó en su amigo Álvaro de la Marca, conde de Guadalmedia y se fue con ellos a su casa palacio.
En esa época en España, todo estaba en venta, era una España corrupta, se compraba desde la dignidad eclesiástica a los empleos más lucrativos del Estado.
Alatriste le conto todo al Conde y este solo repetía que en menudo lio se había metido.
El conde le preguntó si sabía a quién había intentado matar. Alatriste no tenía ni idea. El conde muy enfadado le dijo que el del traje gris era Jorge Villiers, más conocido en Europa como el marqués de Buckingham. Esté era el joven favorito del Rey Jacobo I de Inglaterra, en definitiva el Valido del Rey de Inglaterra y el otro al que intentaron matar no era ni más ni menos que el futuro Rey de Inglaterra, Escocia e Irlanda, Carlos el príncipe de Gales.
Alatriste no quiso comentar a su amigo el conde la actuación del fray Emilio Bocanegra, eso se lo guardó para él, no delataría nunca a alguien con nombre y apellidos que le hubiera encargado un trabajo.
El conde se ofreció a llevar escoltados a los ingleses a la casa de las Siete Chimeneas para que los ingleses se reunieran con el embajador.
VI. El arte de hacer enemigos.
El motivo de la visita de los extranjeros ingleses de incognito a Madrid era, conocer a la novia del Rey heredero de Inglaterra, María, hermana de nuestro Rey Felipe IV. Su Santidad el Papa de Roma, autorizaría el enlace y sacaría la mejor tajada posible.
Los ingleses insistieron mucho en que no se podía saber nunca lo que había ocurrido, pues el haber hecho eso de venir solos y sin escolta era precisamente para llamar la atención de los Españoles y que la realeza española vieran lo valientes que eran los ingleses, y esa unión pondría fin a la enemistad de las dos naciones desde la Armada Invencible entre nuestro Rey Don Felipe II y esa malvada pelirroja Isabel de Inglaterra.
A esta época le llamaron el Siglo de Oro, pero lo cierto es que ese oro lo vieron muy pocos, lo único que teníamos era sacrificios estériles, derrotas, corrupción, miseria y poca vergüenza, y nos enseñan cuando vemos los cuadros de Diego Velázquez o escuchamos los versos de Lope o de Calderón y leemos los sonetos de Quevedo.
El heredero inglés se ganó con su hazaña el corazón de los españoles, aunque a nuestro Rey no le gustó nada.
Esa boda incomodaba a mucha gente, la iglesia, la inquisición, el Papa, Francia, Saboya y Venecia, ninguno quería la alianza de España e Inglaterra.
Los que contrataron a Alatriste estaban claro que querían impedir la boda y dar una terrible lección a Inglaterra y que estallara la guerra entre ambas naciones.
La alianza de la boda les vendría bien y se llevarían mejor con Francia que era una amenaza en Europa, aunque no estaba muy claro si se celebraría dicha boda.
Por todo lo ocurrido Alatriste estaba en peligro, al fracasar el plan de los que le contrataron, querrían matarle, así que tenía que huir y el conde no se podía implicar más de lo que ya lo había hecho.
VII. La Rúa del Prado.
Rúa: Paseo tradicional que todo Madrid recorría en carroza, a pie o caballo. Sitio de cita social y galanteo. Don Pedro Calderón de la Barca lo explica muy bien en sus comedias. En esta Rúa desfilarían los supuestos novios, eso sí, sin acercarse y sin siquiera saludarse y mirarse.
Solo de esa manera el futuro Rey de Gales vio pasar la carroza de nuestro Rey con nuestra joven reina de 20 años Isabel de Borbón y su hija dona María, rubia, guapa y discreta. Con sus ojos azules y así casi sin verla se asegura que el de Gales se enamoró de nuestra infanta y debió de ser así, pues después de 5 meses en Madrid seguía esperando que le dijeran hacerla su esposa.
Como ya dijimos Alatriste no huyó y el día esperado llegó. Saldaña entro en casa y le dijo a Alatriste que no sabía que es lo que había hecho, pero tenía orden de llevarlo detenido, alguien quería hablar con él.
Alatriste le comento que el motivo de que fuera a detenerlo no era otro que aceptar el trabajo que el mismo Teniente le ofreció.
A Saldaña le dio mucha rabia que Alatriste no hubiera escapado antes, ahora era casi imposible, aunque él le ayudara. Alatriste le pidió a su amigo el Teniente que le dejara llevar un arma, pues iban a matarle, este después de mucho pensar acepto.
(Iñigo- narrador) En cuanto vi la situación cogí la pistola y la espada y fui tras ellos. Se pararon ante una casa ruin, una vieja posada de ganado. Al poco los vi salir sin el capitán y se fueron y allí me quedé esperando a ver qué pasaba.
VIII. El Portillo de las Ánimas.
Aquello parecía un tribunal y Alatriste lo sabía. Reconoció a las personas que le habían contratado incluido el Fray Emilio Bocanegra.
Le interrogaron. El fraile estaba furioso, nada que ver con la caridad cristiana. Estaban el enmascarado, el fraile y él, no había nadie más y escribían todo lo que Alatriste decía.
Preguntaron el motivo de porque no había cumplido las ordenes y matado a los extranjeros. Alatriste les explico que no los mató porque para él era muy importante el honor y que cuando este iba a matar a su contrincante este no pidió salvar su vida, si no la de su compañero.
Le echaron en cara haber cobrado un buen dinero por no realizar el trabajo y Alatriste se lo devolvió todo excepto 4 doblones por las molestias tomadas.
Ante su sorpresa le dijeron que se podía marchar que era libre. Alatriste no se fiaba nada.
(Iñigo- narrador) Yo que había seguido a Alatriste, esperé escondido fuera y fue cuando vi que le estaban preparando una emboscada. Uno de ellos era su compañero contratado para matar a los ingleses, el italiano (se le reconoce por su famosa canción tarareada), sin duda contratado por el fraile y por el enmascarado para acabar con la vida de mi señor.
Al salir mi señor a la calle, yo vi que estaba en peligro, me armé de valor y disparé el arma para evitar males mayores, esto ayudo a Alatriste a enterarse de lo que sucedía, le lance su espada y el cogió y empezó la luchar.
Después de enfrentarse entre ellos, el italiano decidió huir, no sin antes decirle que se llamaba Gualterio Malatesta y que era de Palermo.
Alatriste no me dio las gracias por salvarle la vida, simplemente me pregunto cómo estaba.
IX. Las gradas de San Felipe.
Durante unos días hubo calma pero Alatriste no quiso huir para salvarse. Él quiso ponerme a salvo a mí mandándome con mi madre o con algún amigo pero yo me negué. Por esto Alatriste desistió y me regaló una daga, la primer en mi vida y que conservé durante 20 años.
La relación del Buckingham y el Conde de Olivares, fue de mal en peor sobre todo cuando se rompió el compromiso. Muchas veces pienso si no hubiera sido mejor que Alatriste le hubiera matado aquel día. De todas formas ya le ajustaron las cuentas en su tierra un oficial llamado Feltón.
X. El Corral del Príncipe
(Iñigo) La carroza de mis sueños y la dulce niña de dentro mi amor, fue mi perdición. Angélica de Alquézar, siempre supe que había algo malo en ella, una maldad fría, era muy malvada.
Sin apenas darme cuenta y sin quererlo le conté todo lo que íbamos a hacer el capitán y yo al día siguiente que íbamos a asistir a la representación de la comedia “El Arenal de Sevilla” en el Corral del Príncipe. En esta España nuestra se amaba y respetaba el teatro. Se hacían después de comer, duraban 3 horas y eran al aire libre (corrales). Dos había en Madrid, el Príncipe también llamado La Pacheca y el de La Cruz. Lope estrenaba en la Cruz que era también el preferido del Rey IV.
María Calderón “La Calderona”, actriz que llegó a darle un hijo, el segundo donjuán de Austria.
En el teatro como en la Iglesia se separaban a los hombres de las mujeres.
Comienza el plan para derrotar a Alatriste.
Al comenzar la representación, alguien empezó a decirle a Alatriste que se callara, cuando el no estaba haciendo absolutamente nada, es decir, lo estaban provocando. Alatriste que se percató de que algo estaba pasando, me llevo al lado de Vicuña y el licenciado Calzas, para evitar que me pasara algo, pero él puso el pretexto que desde allí vería mejor.
Al dejarme allí, regreso a su sitio y siguieron las provocaciones. Alatriste quiso salir fuera para tener más espacio pues eran 5 sus contrincantes, eran demasiados incluso para Alatriste. Todo el mundo se puso en contra de Alatriste y a este no le quedó otra que sacar su espada y empezó la lucha. En aquel tiempo no era raro que se montara esta cacería en el teatro, se hacía muy habitualmente ya fuera por cuernos o por otras cosas.
Le acuchillaron en muchos sitios y cuando creía que todo estaba perdido apareció Francisco de Quevedo a socorrerle y le defendía sin que su cojera le estorbase. Pero lo más asombroso fue, cuando el futuro Rey de Gales y Buckingham escucharon el nombre de Alatriste, se disculparon ante el Rey y acero en mano fueron a socorrer a Alatriste.
Al ver el público del teatro que el heredero de Gales iba en ayuda de Alatriste, rompieron a aplaudir como locos y el Rey pidió a sus gentiles hombres que terminaran con esa locura.
XI. El sello y la carta.
Llevaron a Alatriste ante Gaspar de Guzmán, vestido de azul y con la cruz roja de Calatrava, tercer conde de Olivares y nombrado duque 2 años más tarde, era el segundo de su privanza. Era Grande de España y su poder a los 35 años era inmenso.
En este encuentro es cuando Alatriste se da cuenta de que este era el enmascarado que le contrato aquella noche y que este era al que el otro enmascarado llamaba excelencia, ahora tenía sentido.
El ministro lo interrogo concienzudamente para averiguar que sabía y sobre todo para saber si lo había reconocido, pero Alatriste era muy listo y no quiso caer en la trampa y mucho menos que este supiera que la había reconocido.
Poco después el ministro le pidió que esperase allí, que tenía que atender unos asuntos, y mira por donde, apareció en la sala el otro enmascarado que era Luis de Alquézar, secretario privado del Rey Don Felipe IV.
Entre los dos y delante de Alatriste empezaron a hablar y comenzaron una trama para culpar a la Iglesia de lo que sucedió, vamos para quitarse ellos de en medio y culpar solamente a Fray Emilio Bocanegra (que listos).
El ministro le comunico Alatriste, que le darían el dinero que le debían de Flandes para que empezara una nueva vida, que le perdonaban la vida por lo ocurrido porque podría ser útil a la sociedad y porque había personas que le interesaban que el estuviera vivo.
Le aconsejo que se alejara todo lo posible de Alquézar, pues no se lo perdonaría jamás y que su única debilidad fuera su sobrina (que no era otra que el amor de Iñigo).
También le entregó una carta y un sello de oro de un viajero Inglés que se creía en deuda con Alatriste (El príncipe de Gales) donde ponía que obligaba a cualquier súbdito de su Majestad Británica a prestar ayuda al Capitán Alatriste y estaba firmada por Carlos, príncipe de Gales.
El ministro le dijo “lo que daría por tener una carta como esa”.
Epílogo
El capitán Alatriste seguía como siempre en sus treces. Iñigo se pasaba la vida esperándole en las puertas de la cárcel a que le sacaran.
Un día se encontró allí con el italiano, que venía también a buscar a Alatriste y le pidió que le diera un recado. “Que Gualterio Malatesta no olvida una cuenta pendiente entre ambos, que se encontrarían de nuevo y le mataría”.
Personajes:
Diego Alatriste y Tenorio (protagonista)
Iñigo Balboa (narrador y siervo de Alatriste)
Don Francisco de Quevedo; Cuando bebía se batía en duelo con todo el mundo, poeta de Santiago, famoso por sus versos y su mala leche, fue desterrado muchas veces y encarcelado.
Martín Saldaña; Teniente de Alguaciles. Apreciaba a Alatriste y le favorecía siempre que podía.
Fray Emilio Bocanegra; presidente del Santos Tribunal de la Inquisición, (el que quería matar a los dos extranjeros)
Luis de Alquézar; Secretario del Rey ( y el otro enmascarado)
Gualterio Malatesta; El italiano, sicario contratado con Alatriste.
Angélica de Alquézar; enamorada de Iñigo, sobrina de Luis de Alquézar y menina en palacio.
Domine Pérez; padre jesuita de la Iglesia San Pedro y San pablo y tertuliano y mediador de discordias de nuestros amigos.
Juan de Vicuña; antiguo sargento de caballos, tertuliano de Alatriste, le faltaba una mano.
Luis de Góngora; el más odiado adversario de Quevedo.
Licenciado Calzas; Listo, único y tramposo.
El Tuerto Fadrique; boticario y amigo de tertulias de Alatriste.
Diego de Velázquez; pintor favorito del Rey.
Álvaro de la Marca; conde de Guadalmedia, amigo de Alatriste que le ayuda como puede.
Caridad la Lebrijana; 35 años, andaluza, hermosa, morena de grande ojos negros, mucho pecho, que había sido actriz y puta. Compró la taberna el Turco y estaba enamorada de Alatriste.
Algunos conocidos de la Historia que mencionan en la obra:
Fonseca
Francisco de Quevedo
Luis de Góngora
Diego de Silva (Velázquez)
Lope de Vega
Juan Vicuña.
Vocabulario
Jofaina: Vasija en forma de taza, de gran diámetro y poca profundidad, que sirve principalmente para lavarse la cara y las manos.
Recelara: Temer, desconfiar y sospechar.
Terciada: Poner algo atravesado diagonalmente o al sesgo, o ladearlo.
Broquel: Escudo pequeño de madera o corcho.
Terrena: Campo o esfera de acción en que con mayor eficacia pueden mostrarse la índole o las cualidades de personas o cosas.
Fámulo: Criado, doméstico.
Lance: Trance u ocasión crítica.
Tizona: Espada, arma blanca.
Pífanos: Flautín de tono muy agudo, usado en las bandas militares.
Chacona: Baile español de los siglos XVI y XVII, muy extendido por Europa.
Trapío: Aire garboso que suelen tener algunas mujeres.
Soslayo: De costado y perfilando bien el cuerpo para pasar por alguna estrechura.
Corchetes: Ministro inferior de justicia encargado de prender a los delincuentes.
Sucinto: Breve, compendioso.
Vascongado: Natural del País Vasco.
Ostensible: Claro, manifiesto, patente.
Ardite: Moneda de poco valor que hubo antiguamente en Castilla.
Resma: Conjunto de 20 manos de papel.
Parejos: Conjunto de dos personas, animales o cosas que tienen entre sí alguna correlación o semejanza, y especialmente el formado por hombre y mujer.
Mendaz: Engañoso, aparente, fingido, falso.
Resuello: Aliento o respiración, especialmente la violenta.
Macilenta: Flaco y descolorido.
Jubón: Vestidura que cubría desde los hombros hasta la cintura, ceñida y ajustada al cuerpo.
Parapeto: Terraplén corto, formado sobre el principal, hacia la parte de la campaña, que defiende de los golpes enemigos el pecho de los soldados.
Las aventuras del capitán Alatriste
Arturo Pérez-Reverte relata en Las aventuras del capitán Alatriste las historias de un veterano de los tercios de Flandes que malvive como espadachín a sueldo en el Madrid del siglo XVII. Sus peligrosos y apasionantes lances nos sumergen en las intrigas de la Corte de una España corrupta y en decadencia.
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